La tumba perdida de Gengis Kan

La tumba perdida de Gengis Kan


Pese a las pirámides de Egipto, el mausoleo de Halicarnaso, el Taj Mahal y un sinfín de monumentos similares que sirven de última morada a figuras destacadas de la Historia, hay unos cuantos nombres propios de nuestro pasado a los que hemos perdido la pista tras la llegada de la parca. Conocido es el caso de Alejandro Magno, pero más misterioso si cabe y mucho menos familiar es el de Gengis Kan, cuyo lugar de enterramiento sigue siendo un misterio.

¿Quién fue Gengis Kan?
El que hoy conocemos como Gengis Kan fue un hombre peculiar. Desterrado a temprana edad, dado por muerto, reencontrado, fue capaz de levantar un imperio incomparable desde la más absoluta miseria y dejó tras él tal cantidad de vástagos con sus cientos de esposas que, literalmente, una buena parte de la población de la actual Mongolia es descendiente del gran caudillo que llevó a su pueblo, nómada y dividido en sus comienzos, a convertirse en protagonista por derecho propio de la Historia. 

Sus logros son indudables y su influencia en la Edad Media inconmensurable, pero su leyenda es quizá uno de sus mayores legados.

De hecho, ni siquiera sabemos cómo murió.
Gengis dejó, adrede, que su historia se contase en los fuegos del campamento y se esforzó porque los chamanes hablasen de él con devoción. 

Había sido capaz de los actos más crueles y de la clemencia más piadosa y se probó a sí mismo como un inigualable guerrero, un brillante estratega y un infatigable soldado. El señor de los mares de hierba, que es cómo podríamos traducir su nombre, supo ser un avezado político y demostró sus habilidades en multitud de ocasiones, incluyendo una de sus más audaces acciones: la última.

La leyenda de Gengis Kan
Durante años después de su última aparición pública, muchos continuaron creyendo que seguía vivo, patrullando las estepas de sus conquistas con hombres de confianza, impartiendo justicia. Otros tantos especularon sobre si había muerto a manos de una concubina celosa, víctima del tifo o por mor de una caída de caballo. 

Fuera como fuese, treinta años después de su última cabalgada, la sombra del gran Gengis seguía cerniéndose sobre la memoria de su pueblo, imperecedera, porque se las arregló para que su vida fuera recordada y su muerte ignorada. 
Nadie tenía ni la más remota idea de dónde estaba enterrado. 

Si se daba crédito a aquellos en cuyas habladurías se podía confiar, una vez apagada su vida, el deceso se ocultó durante años. Sus hijos y generales siguieron actuando como si nada hubiera pasado mientras, en secreto, planificaron el mejor modo de cumplir con las últimas voluntades de Gengis.

¿Dónde está la tumba de Gengis Kan?
Se armó una caravana en la que se incluyeron cuarenta de los mejores caballos mongoles y otras tantas doncellas, además de carros con bienes y riquezas de todos los territorios conquistados: seda, perlas, piedras preciosas, porcelanas, oro y plata. También una buena provisión de espadas, escudos, arcos y flechas, tan apreciados por los mongoles. 

Para escoltar la caravana se escogió un nutrido grupo de soldados y, llegado el momento, la expedición se puso en marcha para peregrinar al lugar elegido por el propio Gengis, que era un misterio en sí mismo

Probablemente, el gran khan escogió un páramo de su niñez, un lugar cerca de donde su clan había pastoreado en sus años mozos, no lejos de los bosques en los que había sobrevivido tras ser desterrado. Cerca de los territorios de los rus (el pueblo que daría origen a la actual Rusia), al sur del gran lago Baikal. Aunque todas las suposiciones eran solo eso, suposiciones. Quizás en las estribaciones de las montañas Khentii, a las que los mongoles llaman el gran tabú, y que son consideradas sagradas. 

La caravana peregrinó durante años para despistar a cualquiera que pensase en descubrir la verdad, tomó rutas falsas, deshizo el camino y todos y cada uno de los desgraciados que tuvieron la mala suerte de toparse con ella fueron pasados a cuchillo para que jamás pudieran contar lo visto. 

Al fin, después de un tiempo prudencial, dieron sepultura a Gengis con todo su ajuar, sus armas, sus caballos y las pobres doncellas, a las que sacrificaron. Cuando terminaron, siguiendo las órdenes dadas, mil caballos pisotearon una y otra vez el terreno para borrar cualquier indicación. 

Entonces los guardias de la caravana asesinaron a los desgraciados que se habían deslomado cavando el mausoleo y regresaron solo para encontrar que, a su vuelta, otro grupo de soldados los aguardaba para asesinarlos y, con sus muertes, callar para siempre el secreto de dónde había sido enterrado el gran señor de los océanos de hierba. 

A partir de ahí la leyenda se disgrega y hay quien sigue contando que algunos de aquellos escaparon y fueron perseguidos por los herederos de Gengis; otros aducen que todo terminó con aquellos asesinatos. 

En cualquier caso, y pese a las expediciones que se han organizado en los últimos años, seguimos sin saber dónde quedó para la eternidad uno de los hombres que definió la Historia