El alma de la literatura gallega. De la primera escritora gallega a la más universal

El alma de la literatura gallega. De la primera escritora gallega a la más universal


Hay quien dice que de Rosalía de Castro a James Joyce, pasando por Vicente Risco o Álvaro Cunqueiro, se puede hilar una conexión que tiene que ver con la tierra, con la lluvia, con el verde de los bosques e incluso con la genética. Algunos defienden que de Eduardo Pondal a Jonathan Swift no hay más que un pequeño paso. Porque muchos creen que es el alma celta que todos compartirían la que, en realidad, escribe.

Rosalía de Castro encarnó la morriña gallega para componer versos que conquistaron al mundo y, en aquellos años del Romanticismo, encarnó un personaje que se fundió con su propia vida. Pero, pese a ser la más relevante de todas las escritoras gallegas, no fue la primera. Ese honor, al menos hasta que se descubra otro texto que lo niegue, se lo lleva Egeria.

No tengo ni la menor idea de si esa teoría que equipara a George Bernard Shaw con Ramón María del Valle-Inclán tiene o no fundamento. Aunque mi querido amigo, el arqueólogo André Pena Graña, está convencido de que así es.

Indudablemente, basta leer a un puñado de escritores gallegos y otro tanto de la literatura irlandesa para encontrar inevitables conexiones; algo que también sucede con el folclore, las leyendas o la tradición oral. Pero me cuesta creer que todo se deba a alguna conexión genética o a supuestos ancestros comunes de origen celta.

En mi opinión, después de tantos años buceando en la historia, el mundo era mucho más global de lo que tendemos a pensar, incluso en la antigüedad, y el trasiego de gentes de un lado a otro del mundo conocido era mucho mayor de lo que aceptamos en un primer impulso. Además, hay estudios que demuestran relaciones genéticas inesperadas, como ese que menciona que, en la península Ibérica, las ramas genéticas están más interconectadas en líneas de norte a sur del territorio que de este a oeste, como parece que sucede en otras partes de Europa, cosa que no entiendo muy bien pese a haberle echado un vistazo al estudio que, insisto, reza que un onubense tiene que ver, genéticamente, más con un gallego que con uno de Almería, quien, a su vez, estaría más relacionado con alguien de Teruel. Será verdad si lo dicen los genetistas, pero a mí no deja de sorprenderme.

En fin, quizás esos paralelismos creativos entre gallegos e irlandeses tengan más que ver con paisajes, climas, entornos y vidas similares. Quizás es un poso de todo aquello que se reclamó en el Rexurdimento durante el cual la naciente conciencia nacional de los gallegos se dejó llevar reclamando hermandades con las crónicas irlandesas y sus ciclos mitológicos. Aunque, a lo

mejor, no hay que buscarle tres pies al gato y basta con aceptarlo como una simple coincidencia.

Ahora bien, sí sé que, como mencionaba hace unas líneas, el mundo era mucho más global de lo que pensamos en estos tiempos de tecnología e información. Y ese simple trasiego de gentes ayuda, sin duda, a explicar los paralelismos entre el arte de lugares distantes; al fin y al cabo, se pueden poner multitud de ejemplos, uno de ellos, el primero que se me ocurre, sería el de mencionar que en el cambio estético del románico al gótico tuvo algo que ver la visión que los cruzados trajeron de los palacios orientales.

Hay muchos otros, infinidad que sirven para refrendar la hipótesis, pero mi favorito es el de la primera escritora gallega.

Allá por el siglo IV d. C una religiosa gallega de nombre Egeria (también puede encontrarse como Etheria o Aetheria) viajó, sola, a través de las rutas que había dejado el Imperio Romano, desde tierras gallegas (las del fin del mundo, las que rodean Finisterre) hasta Tierra Santa. Una peregrinación de ida y vuelta inspirada por la fe, pues, al parecer deseaba conocer aquellos paisajes que hubiera podido ver el mismo Jesucristo.

No sólo llegó hasta Judea, sino que también regresó, sola. Un viaje de varios años y miles de kilómetros. Y, además, por si fuera poco, nos legó un diario en el que nos relató su experiencia, con lo que, hasta nuevos descubrimientos que le quiten tal honor, Egeria puede ser considerada la primera escritora gallega. Y, sin embargo, injustamente, es poco reconocida.

Menos mal que Coia Valls la rescató para una de sus novelas, y eso que mi querida Coia no es gallega…

Creo que hubiera estado bien que la melancolía de Rosalía le hubiera ayudado a escribir la historia de Egeria, aunque no tenga relación con los irlandeses, o sí, quién sabe, quizás después de viajar a Judea a la peregrina le apeteció embarcarse hacia el norte.

Eso explicaría los de Bernard Shaw y Valle-Inclán, o no