La mítica Alejandría.  Una de grandes ciudades de la antigüedad que ha llegado a nuestros días

La mítica Alejandría. Una de grandes ciudades de la antigüedad que ha llegado a nuestros días


Llamada en árabe al-Iskandarīyah, sita en el inmenso delta del río Nilo, enclavada estratégicamente en una loma que separa el lago Mareotis del mar Mediterráneo, ajetreada en su ejercicio como principal puerto de Egipto, engullida por un maremoto y resurgida, dividida entre Occidente y Oriente, lugar de los amoríos de Marco Antonio y Cleopatra, cuna de una inolvidable biblioteca; no podía ser otra que la mítica Alejandría.

La fundó el grande de los macedonios, el jinete de Bucéfalo, el discípulo de Aristóteles, el incomparable Alejandro III el Magno, y se convirtió en la ciudad portuaria más importante del mundo antiguo.

El puerto fue construido con un imponente rompeolas de grandes bloques de piedra; medía más de kilómetro y medio y era conocido como el Heptastadium, precisamente porque su longitud era la de siete estadios, y llegaba hasta la famosísima isla de Faros, donde se levantó el célebre faro conocido como una de las siete maravillas del mundo, además, en esa parte se

instaló también otro puerto de menores dimensiones que prestaba servicios auxiliares desde el extremo occidental de la urbe.

Según las crónicas, el trazado de la ciudad antigua era un ejemplo de urbanismo moderno, al modo de lugares como Manhattan, con calles que se cruzaban en ángulo recto y bellas columnatas que decoraban los principales paseos.

Incluso aún a día de hoy y, pese a que la ciudad original terminó bajo las aguas del Mediterráneo por mor de un maremoto en el siglo IV, conocemos sus barrios. El más importante era el Brucheium, en el puerto oriental. Más al oeste se ubicaban: el Serapeion, un templo dedicado a la deidad egipcia Serapis; el Soma, que era el mausoleo de Alejandro (pese a que no se sabe dónde está su tumba) y de la dinastía que iniciaría, más tarde, Tolomeo; el Poseidonium, templo dedicado a Poseidón como dios del mar; el museo; el gran teatro y el Emporium o lonja. En el barrio nororiental habitaban los judíos que, precisamente en Alejandría, tomaron contacto con las enseñanzas griegas, lo que, al cabo, se tradujo en una gran influencia griega en su pensamiento religioso.

Inicialmente, tras su fundación, Alejandría contaba con más de trescientos mil habitantes que se repartían entre griegos, judíos y egipcios, a los que se unían los extranjeros de paso y los esclavos.

Como no podía ser de otro modo, se convirtió en la capital de Egipto y los herederos de Tolomeo, el general de Alejandro que se convirtió en rey de

Egipto y Libia tras la muerte del macedonio, construyeron numerosos palacios, además de la famosa Biblioteca de Alejandría.

En aquella ciudad viva y llena de ideas, surgieron también las escuelas de filosofía, retórica y otras ramas del saber.

Ya a principios del siglo III a.C., la Biblioteca contaba con medio millón de volúmenes, la mayor colección de libros del mundo antiguo que, por desgracia, desapareció con el paso del tiempo.

De hecho, durante toda la dinastía Tolemaica (aunque sería más correcto nombrarla Lágida), la ciudad fue el centro científico y literario del mundo conocido, un auténtico baluarte que iluminó el mundo hasta la derrota que sufrieron Cleopatra y Marco Antonio en el 31 a.C.

Al año siguiente, la ciudad cayó en poder de Octavio (más tarde el emperador Cayo Julio César Octavio Augusto), que se aprovechó de ella como centro de comercio, dada su estratégica posición, y no como faro cultural.

La ciudad entró en un periodo de decadencia. Una rebelión judía en el año 116 d.C. tuvo como consecuencia la aniquilación de la población hebrea y buena parte de la ciudad quedó destruida.

Un siglo después, el emperador romano Marco Aurelio Antonino Caracalla ordenó la masacre de casi la totalidad de la población masculina de la ciudad, y lo hizo por razones que aún se desconocen. Hasta el momento sólo ha podido especularse que, probablemente, dio una orden tan cruel como castigo por alguna clase de conducta sediciosa.

Finalmente, la fundación de la ciudad de Constantinopla también contribuyó al declive de la esplendorosa metrópoli egipcia, que recibió la puntilla con el maremoto que la ahogó en su propio puerto en el año 355.

Alejandría fue reconstruida y continuó existiendo para ser asediada por los musulmanes, imparables en su Hégira durante el siglo VII. Lograron tomarla y estuvieron a punto de arrasarla. A partir de entonces, bajo el dominio mahometano, Alejandría decayó a favor de El Cairo.

Sin embargo, aún así, Alejandría pervivió, como había hecho antes.

Hoy en día, es un importantísimo nexo comercial del Mediterráneo y cuenta con casi cuatro millones de habitantes. En nada se parece ya al sueño de Alejandro, pero, pisar sus calles continua significando pisar historia.